El embajador mexicano en retiro, Luis Ortiz Monasterio, considera que las potencias occidentales se niegan a dialogar con la nueva generación del Talibán que ejerce el poder en Afganistán. Desde su perspectiva, esta negativa podría provocar nuevas persecuciones internas en suelo afgano y futuros actos terroristas de grupos islámicos radicales a nivel internacional

Por Jorge Santa Cruz
Multimedia: Factor México
Imagen ilustrativa: ArmyAmber/119 (Pixabay)
Presentamos la tercera y última parte de la entrevista realizada al exembajador de México en Irán y Afganistán, Luis Ortiz Monasterio, sobre las consecuencias más probables del retiro de las tropas de Estados Unidos y de la OTAN que estaban desplegadas en este estratégico país
Transcripción de la entrevista
Periodista Jorge Santa Cruz (JSC): Maestro, las fuerzas o la doctrina de seguridad nacional que ideó Brzezinski y derivó en la creación de grupos como La Base, como Al Qaeda; esas fuerzas que, además, como lo señaló el ahora expresidente Trump, que acusó, directamente, al ahora expresidente Obama y, a la ahora exsecretaria de Estado, Hillary Clinton, de financiar, por ejemplo, al Emirato Islámico. ¿Esa misma doctrina Brzezinski, la de la Operación Ciclón, podría nuevamente aprovechar la confusión político-militar que hay en Afganistán para provocar nuevos golpes terroristas?
Embajador Luis Ortiz Monasterio (LOM): Sabe usted, yo tengo la impresión de que —en ese tema del terrorismo islámico—, yo tengo la impresión de que debemos tomar en cuenta una cosa que es fundamental: el cambio de generación. El propio Talibán de hoy no es el mismo Talibán de hace 10 años. De alguna manera, ha cambiado generacionalmente. Ahora, los Talibán están formados por jóvenes combatientes que han tenido educación tecnológica, inclusive, en Europa. Muchos de ellos han [inaudible]. Entonces, hoy, estamos frente a un nuevo movimiento islámico que no hemos logrado entender ni descifrar. Yo tengo la impresión de que el mundo perdió una gran oportunidad de hablar con el Talibán en la nueva etapa de Afganistán. Ya volvieron al poder.
En lugar de atacarlos desde antes de que tomaran posesión (“Hay que huir inmediatamente”. “Hay que sacar a todas las mujeres”. “Todas corren muchísimo peligro”). ¡Momento! Antes de hablar con el Talibán —con la nueva generación del Talibán—, de andar hostilizando, orillando al Talibán a volverse a reorganizar, una vez más. Es una falta total de un criterio elemental que debemos tener los seres humanos, una sensibilidad con los musulmanes. Tenemos el mejor sentido de la empatía, ponernos en lugar de otro. Es algo que debemos hacer todos los días. Cada vez que denunciamos cualquier cosa. Con nuestras familias, con nuestras esposas, con nuestros hijos. Tenemos que ponernos del lado de ver mejor [Inaudible] Ponernos en los zapatos de ellos, con objeto de entender mejor su comportamiento [Inaudible]. Es muy importante que lo tengamos bien claro.
Entonces, hemos perdido la oportunidad de diferenciar el terrorismo originario con las nuevas generaciones de estos grupos combatientes. Hay que entender qué parte de estos son rescatables. Qué parte de estos pueden ser positivos. Pero no lo hacemos. Lo único que hacemos es, permanentemente, estar gritando “malignos” y “enemigos de la humanidad” a grupos que, inclusive, los propios occidentales los crearon. Tenemos que ser mucho más empáticos, con el fin de crear una nueva cultura del análisis, cuidadosísimo, de los motivos por los cuáles los países se comportan como lo están haciendo; si no, no vamos a entender nada, y vamos a estar siempre calificando de villanos a los países que, simple y sencillamente, no piensan como nosotros. O tienen otras prioridades, o tienen otras percepciones, buenas o malas.
JSC: Si Occidente, o los líderes que manejan a Occidente, se siguen negando al diálogo, en específico con el Talibán, ¿el costo que podría tener esto para las naciones occidentales, sería más terrorismo?
LOM: Pues, la verdad es que diera la impresión de que se está obligando a las nuevas generaciones a volver a los pasos de sus ancestros. Me da esa impresión. Yo no he hablado con ninguno de ellos, recientemente, pero me da la impresión de que ellos lo van a sentir en esa forma. Estamos esperando que persigan a las mujeres [Inaudible], que prohíban la utilización de los cometitas (de los cometas que los niños juegan. Que los tienen con un hilo y vuelan en el aire).
JSC: Sí, de las cometas. Efectivamente
LOM: Sí, las cometas. Es decir, diera la impresión de que nos compramos todo el estereotipo del pasado. Casi, lo estamos obligando a volver a esos pasos. No aprendimos la lección. Tal vez ellos están dispuestos a cambiar de juego, las reglas del juego. No sabemos todavía. No se ha hablado con ellos. Es decir, una gran oportunidad, ahora que hubo este interregno en la cual desaparecen los viejos talibán, llega la nueva generación que ganó la batalla en contra de los norteamericanos y de los europeos. Y, ya llegó la hora de hablar con ellos y decirles: “Oigan, una cosa, las reglas del juego van a ser las siguientes: el tema de los derechos humanos es fundamental para nosotros. En esto, estamos irreductibles, en este tema”.
No se les dicho absolutamente nada. Sencillamente se empezó a aislar a las mujeres. “Vénganse acá. Se les va a maltratar. Además, ya llegó el Talibán otra vez”.
Lo que pasa es que —yo creo— que lo que hicieron fue evitar que el nuevo Talibán pudiera hablar con voz propia y dijera: “Señores [Inaudible] queremos una relación más constructiva con Occidente. Vemos que hay cosas en Occidente que nos conviene a nosotros saber y, muchas cosas nuestras que le conviene a Occidente que pudieran analizar; y podríamos crear un mundo en el cual podamos coexistir culturas que no piensan igual”.
Creo que es una forma de enriquecer el lenguaje y la comunicación entre los seres humanos, cuando sepamos que hay culturas que no piensan igual que nosotros. [Inaudible] y que construimos juntos nuevos proyectos identitarios, nuevos proyectos culturales. ¿Y por qué no pensar que existe la posibilidad de que exista un mundo plural? ¿Por qué no? Tengo la impresión de que estamos renunciando, anticipadamente, a la posibilidad de un mundo más amplio en el cual tengan voz todas las culturas.